Doris Humphrey
(1895 - 1958)
Doris tuvo una amplia y fuerte educación dancística desde muy niña, así
como el privilegio de afrontar muy tempranas actuaciones. La primera
oportunidad profesional de Humphrey surgió en 1917 al entrar en contacto con la
compañía Denishawn, en donde se convirtió inmediatamente en bailarina principal
y profesora, además de pasar a ser colaboradora en algunos proyectos
coreográficos de su directora, Ruth St. Denis. Allí, el talento creativo de Humphrey
fue exigiendo una independencia propia. Humphrey se alía con Charles Weidman de
quien destaca su humor y originalidad y con Pauline Lawrence y su aguda imaginación
teatral, para fundar una nueva escuela y formar, a partir de ella, una compañía
en 1928.
La obra de Doris
Humphrey alcanza dicho contenido expresivo a través del dominio de una técnica
basada no en un vocabulario fijo y sistemático de movimiento, sino en la
comprensión de los principios que rigen el movimiento, los cuales esclarecen
los secretos de la composición coreográfica, A partir de esta comprensión,
distingue cuatro elementos básicos que deben aparecer en la danza para que esta
adquiera debidamente su significado:
Diseño: Lo forma el
movimiento en sus cambios de posición.
Dinámica: Resulta de
los grados de tensión producidos.
Ritmo: Aparece a
través de los acentos a intervalos precisos.
Motivación: Brota
del sentimiento comunicativo hecho consciente.
Mas sin embargo, Humphrey
considera que la combinación de estos elementos no tiene por qué surgir de un
análisis consciente, ya que puede llegar de manera subconsciente en la mente
del creador. Para esta actitud teórica no cabe el establecimiento de una técnica
fija, siendo defensora directa de la motivación de nuevos impulsos creativos de
la evolución técnica a través de la experimentación personal del coreógrafo.
Humphrey, en particular,
elige la caída y la recuperación progresiva del equilibrio a cualquier nivel
como eje dual del movimiento que domina la forma de sus composiciones. El
original, que surge de este juego deliberado con la gravedad, el cual
constituye la esencia de su lenguaje coreográfico, es complementado con la
estilización gestual de cualquier parte del cuerpo.
La música es
probablemente uno de los elementos más importante que caracteriza sus
coreografías, de la cual pudo gozar de las enseñanzas de una madre pianista.
Sus grupos en movimiento fluyen siempre con una pieza musical pero sin
someterse a ella, a veces su ritmo y dinámica es opuesto, a veces produciendo
la armonía total, a veces la música surge posteriormente a la coreografía. Sólo
en muy contados y breves espacios podemos ver a Humphrey callando la música
para continuar la danza única mente en el movimiento. Una constante musical en
sus danzas es, sin duda, la obra de Bach, la cual adoraba e insistía en usar a
pesar de las muchas críticas que recibía por este gusto. Aquellos que han
bailado o conocen sus coreografías coinciden en cómo todas ellas revelan una
sensibilidad musical extraordinaria, especialmente en lo que respecta a la
calidad rítmica.
En lo que se refiere
a la escenografía, otro de los elementos que ella misma decide, el espíritu
práctico de Humphrey alcanza su máximo grado. El espacio dancístico es siempre
de límites angulares con una focalidad central, dándole un carácter sobrio.
Hoy día la obra de
Doris Humphrey es una de las más solicitadas por diferentes compañías de danza
de todo el mundo, en especial, en los Estados Unidos, debido al esfuerzo
invertido por el Dance Notation Buréau en el registro de más de una quincena de
sus coreografías, a través de la labanotación, así como de otros detalles de
relevancia para la reconstrucción total de las piezas. Además de estas
partituras, se conservan un gran número de películas (tanto históricas como más
recientes), una importante colección fotográfica y gran cantidad de textos
sobre Doris Humphrey de carácter biográfico, técnico y artístico.
Fuente
http://www.ciudaddeladanza.com/bibliodanza/biografias/doris-humphrey.html
http://www.danza.es/multimedia/biografias/doris-humphrey
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